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©Sonia Jiménez Tirado

Nostalgia

Hoy he vuelto a pasear, he vuelto a recorrer el camino al que siempre llamaré "el de mi vida", el que hace años, recorría cuatro veces al día.
Mientras los coches pasan a la velocidad de la luz por un asfalto nuevo que yo recuerdo lleno de arena, por una acera perfecta que hace tanto no era así, logro abstraerme tras la valla que ahora me impide llenarme los pies de tierra, la misma que ponía naranjas los calcetines blancos del uniforme del colegio.
Siguen estando allí, igual de desgastados por el tiempo, iguales de verdes todo el año, son los olivos centenarios que vieron a mi madre crecer, y después a mi... y siguen allí... iguales. El paisaje ha cambiado mucho, pero ellos no.
Puedo sentir el peso de los zapatos llenos de barro y el sonido del viejo arroyo del que ya no quedan ni las marcas.
Continúo el camino de mi vida, el que podría hacer con los ojos cerrados, lo puedo recordar ardiendo en los meses de julio, esplendorosamente verde al llegar el mes de abril y vestido de blanco impoluto sorprendiendo diciembre o enero.
Tenía tantas ganas de volver, coger el atajo por el que se contaban los mismos pasos pero que me hacía el camino infinitamente más corto, y me sorprendo emocionada de camino a mi viejo colegio.
Han pasado 25 años desde la primera vez que entré allí, recuerdo perfectamente cada detalle, las caras nuevas aunque la más nueva era yo, la alegría de mis compañeros al recibirme, hoy es nostalgia lo que trasmiten esos pasillos, aquellos que yo recuerdo enormes, altos y anchos y que me resultan increíblemente estrechos, puedo oír el ruido del subir y bajar, risas, jaleo y al sobrepasar la puerta... suenan los "buenos días", fueron a diario de la misma voz y la recuerdo nítida... los percheros continúan llenos de batitas de rayas azules, pero en ninguna pone ya mi nombre, las mismas baldosas amarillas, las puertas de las aulas, los letreros de curso, me faltan "séptimo" y
"octavo" pero es porque ya no existen, la sala de audiovisuales... no he vuelto a ver una igual.

Como pez en el agua, recorrí pasillos, aulas, incluso me senté en algún pupitre... ya no me entraban las piernas, paseé los dedos por el polvo de la tiza de la pizarra, me colé en el gimnasio, en el salón de actos, en la capilla que es sin duda, la más bonita que he visto, le dí una vuelta al patio grande, me agarré a las rejas rojas y sentada sobre las gradas, recordé que la niña que un día fui nunca se imaginó escribiendo un libro, ni peleándose contra códigos html, ni vendiendo al mismísimo demonio con tal de superar objetivos, ni pensé en que un día cocinaría para cuatro, nunca me imaginé paseando de la mano de dos enanos, uno de ellos con mi misma sonrisa y el otro con mis mismos ojos... entonces, solo soñaba que un día sería mayor sin saber que era entonces más grande de lo que jamás volvería a lograr ser.

He sentido, realmente nostalgia, mientras "mis años" se me venían encima, mientras los objetivos que no son números se me amontonan en la cabeza, muchos de ellos sin empezar, otros a medio hacer, y otros superados sin habérmelos planteado nunca.

Hay una frase por ahí que dice que "la vida es lo que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes", pues es justo ahora cuando he decidido dejar de hacer planes y empezar, al menos, a caminar hacia mis sueños, muchos de ellos, simples objetivos, eso sí, en los que no se suman números.

Creedme, que ningún post, de los que escribí en este blog, ha sido tan personal como este, nace de mí para vosotros.
Me despido de vosotros, con un "Hasta Pronto", porque desde luego seguiré colándome en vuestras casas y paseando, siempre que pueda, bajo la luz de cada una de vuestras letras. Dejándo las puertas abiertas de este lugar, desde el que tantas veces eché a volar el alma.

RECIBID UN ENORME ABRAZO AL ALMA Y SED FELICES QUE EL TIEMPO APREMIA.
A todos mis amigos.